domingo, 4 de julio de 2010

CAP 6

¿Lo ves? -esbozó la sonrisa de superioridad que siempre ponía cuando ganaba algún juego-. Tienes que admitir que tiene sentido.
-No tengo que admitir nada. ¿Por qué no te ayuda una de tus amigas? Pensé que las mujeres hablabais de los chicos todo el tiempo.
-Sí, pero tú eres mejor fuente de información -se metió las manos en los bolsillos-. Tú has salido con más chicos que nadie a quien yo conozca. Sabes lo que las mujeres dicen de un chico y has tenido la oportunidad de conocerlos en persona y saber cómo son. Y además, no confío en nadie tanto como en ti.
nICK tragó saliva. No sabía cómo negarse. Y le gustaría que no siguiera así de pie, con las manos en las caderas y el pecho alzado hacia adelante. No le gustaba. De acuerdo, le gustaba demasiado.
-nick.
miley se adelantó y posó la mano en su brazo.
Él intentó no dar un respingo. Ella le había tocado un millón de veces y nunca había significado nada. Hasta ese momento.
-Escucha, Nick. Tú me sacaste el primer diente, ¿recuerdas?
-Es un caso diferente.
-Y me enseñaste a conducir. Y me diste mi primer trago de whisky.
-Me lo suplicaste, y después vomitaste.
-Y tú me sujetaste la cabeza. Verás en todos esos momentos importantes de mi vida, tú estabas allí para guiarme.
-Esto es diferente.
-No, si dejas de ser tan puritano.
-Yo no soy...
-¿Qué te parece Donny?
-¿Donny Beauford? -lanzó un bufido desdeñoso-. No puedes hablar en serio.
-¿Por qué? ¿Qué tiene de malo Donny?
Nick no podía explicarlo exactamente, sólo que cuando pensaba en Donny en un abrazo íntimo con Miley, la piel se le erizaba. Miró hacia el sicómoro antes de mirarla a ella.
-Él no... te cuidaría.
-¡Oh! -se sonrojó-. ¿Te refieres sexualmente?
-De cualquier manera.
-¿Ves? Eso es exactamente lo que yo necesito saber. ¿Y qué hay de Stu?
-¡Oh, Dios! Ese peor.
-¿Bucle?
-De ninguna manera.
-Ya sé quién. Jerry.
-¡Desde luego que no! Es un buitre. Probablemente te... Bueno, no importa. Jerry para nada.
-De acuerdo. Entonces haz una sugerencia.
Él la miró en el silencio interrumpido sólo por el sonido del agua y el eco de los cascos de los dos caballos, que se estaban inquietando cada vez más con el calor. Sintió sudor en la espalda, pero no, no creía que fuera sólo del calor.
-No se me ocurre nadie.
La verdad era que no quería pensar en nadie.
-Quizá necesites más tiempo. Te he pillado por sorpresa.
-Desde luego.
-Te diré una cosa. Vamos a posponer la discusión. Quizá podamos quedar para cenar esta noche.
-Es la noche de póquer.
-Tienes razón. Yo tampoco puedo. Juego al pinocle en casa de Joan. Bueno, mañana por la noche.

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