-Párame cuando quieras.
-No quiero pararte.
El corazón le palpitaba como si se le fuera a salir del pecho.
-Quiero que sepas que puedes -deslizó con cuidado un tirante entre sus dedos arrastrando el vestido hasta exponer sus senos. Entonces se quedó sin aliento-. ¡Oh, miley!
La tendió de espaldas con suavidad y le bajó el vestido hasta la cintura. Entonces lanzó un gemido y sacudió la cabeza.
-¿En qué estás pensando?
-En que eres más bonita que en mi sueño. Y has estado ahí todo el tiempo...
A ella se le secó la boca de deseo.
-Toda tapada.
-Sí. Maldición. Todos estos años...
-¿No vas a... tocarme?
-Estoy fascinado sólo con mirarte.
Pero por fin dibujó la aureola de su pezón haciendo que se erizara aún más antes de abarcarlo con tanta ternura y cuidado como si fuera una porcelana preciosa. A miley le encantó que la tratara así, pero deseaba más. Quizá necesitara demostrárselo. Se arqueó hacia delante llenando su palma con el seno.
-¡Ah, miley!
Inspirando jadeante, nick bajó la cabeza y se metió el pezón en la boca.
Sí. miley le atrajo la cabeza y se alzó hacia su caricia. Oh, sí. Aquella era la caricia por la que había estado esperando, el movimiento de su lengua, la punta de su lengua, la suave presión al chupar que le encendía aquel sensible punto entre las piernas. Sin ninguna vergüenza, le ofreció el otro pecho y él le dedicó la misma atención amorosa que al primero mientras seguía tocándolo.
Cuando ella se retorció sobre la manta, la falda se deslizó hacia arriba. O quizá él la hubiera subido con aquella manera tan sutil que tenía de despojarle de la ropa. Entonces, deslizó la mano entre sus muslos apretándola contra la seda mojada de sus bragas. El dorso de su mano encontró el punto que palpitaba y apretó. miley se estremeció y nick volvió a besarla en la boca antes de apartarse un poco de sus labios.
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